
Comunicado No. 9 – 28 de abril de 2020 –
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La exigencia del gobierno, la ASONBANCARIA, la Superfinanciera y Bancolombia de mantener las sucursales bancarias abiertas durante la pandemia de la COVID-19, argumentando que la banca es un servicio esencial, ha generado infinidad de situaciones de miedo y estrés en los miles de familias que derivan su sustento de esta actividad. La mirada triste de un hijo que desde la inocencia te dice “mama, papá, no salgas, no vayas a trabajar, renuncia al banco y quédate aquí con nosotros.” La situación de quienes por temor a un posible contagio de sus padres mayores de edad o de sus hijos, se han visto forzados a vivir temporalmente fuera de su núcleo familiar. La tuya que lees este escrito y aún no has contado.
La empatía se define como la capacidad de percibir, compartir y/o inferir los sentimientos, pensamientos y emociones de los demás, basados en el reconocimiento del otro como similar, en pocas palabras es la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Sin embargo, durante este tiempo inédito e incierto de pandemia, hemos recibido videos donde directivos del banco nos califican de “héroes sin capa”, entre muchas otras adulaciones grandilocuentes, y, sin embargo, ni una sola palabra acerca del miedo, del estrés, de la angustia que ha significado para miles de familias verse expuestas a un contagio para no perder su trabajo. En ese sentido, esos videos de “ánimo” han carecido totalmente de empatía.

Las acciones del banco tampoco hablan de empatía. Quienes hemos estado en las sucursales, lo vivimos. Los acrílicos llegaron tarde, elementos de protección como tapabocas, guantes y desinfectantes, debieron ser adquiridos por las gerencias de las sucursales, sujetos a la disponibilidad del mercado y con el riesgo de que no sean los ideales. Sin embargo, en los mensajes enviados desde la seguridad y comodidad de sus casas y sus fincas, los directivos nos agradecen por ser empáticos con la supervivencia del negocio bancario.
Las decisiones del banco sobre la atención al público jamás han sido concertadas con las y los trabajadores. Han sido erráticas e insuficientes: no se han restringido las operaciones a solo las esenciales, en algunos sitios no se ha hecho cumplir el pico y cédula impuesto por las autoridades locales, se reciben personas sin tapabocas y en ocasiones, hay sucursales con un número mayor de personas al permitido, en su interior. Y como si esto fuera poco, están sujetos al capricho y al vaivén de las autoridades locales. Mientras la gobernadora del Valle del Cauca dice que las sucursales bancarias abiertas han impedido el control de la población en cuarentena, los alcaldes del Valle de Aburrá, encabezados por Quintero Calle, llaman a la banca a abrir más oficinas, ya que, según ellos, tenerlas cerradas ha ocasionado aglomeraciones en las “pocas” abiertas.

¿Alguien tiene empatía con los miles de familias de trabajadoras y trabajadores en la banca? Nadie. Ni una reunión, ni un llamado, ni una consideración, ni una consulta. Somos los “héroes invisibles” – para ellos – que tanto autoridades como directivos del banco ignoran. Las líneas de esta organización han estado abiertas, pero aún no hemos recibido la primera llamada de ninguna de estas entidades. No hablemos de empatía, practiquémosla.
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